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29 de agosto de 2016

Gran Bretaña y su "éxito" olímpico


Aún circulan muchas historias, crónicas, anécdotas y críticas sobre los XXXI Juegos Olímpicos celebrados en Río de Janeiro, la expresión máxima del deporte global que, como a mucha gente, me atrapó durante un par de semanas.

A no dudar, los Juegos Olímpicos también resultan ser un torbellino de chauvinismo injustificado o exacerbado, una avalancha de records y cifras que marean, persistente machismo, cosificación del cuerpo y varias desigualdades.

Sí, las olimpíadas reflejan muchas desigualdades. Desde quienes lucran millones con las emociones de muchos y el sacrificio de pocos, atletas que asisten por mérito, otros que no, atletas que tienen respaldo y quienes jamás reciben apoyo, quienes las disfrutan en las tribunas o incluso detrás de las pantallas, y las mayorías que quedan fuera de todo lo anterior.

Esta reflexión deviene de un interesante artículo de la periodista británica Janet Street-Porter sobre la otra mirada al "éxito del equipo británico", segundo en el medallero por encima de grandes potencias y el nuevo gigante asiático: China).  
Foto: Telegraph.co.uk

De ninguna manera se puede desmerecer el esfuerzo, profesionalismo y talento de esos atletas. No estamos juzgando a nadie. Las cuestiones clave son, ¿quiénes reciben el apoyo y la confianza para llegar y quienes quedan fuera? ¿Cuánto cuesta este "exito"? ¿Quién lo paga y con qué retorno?

Street-Porter afirma que a Gran Bretaña cada medalla le cuesta 5,5 millones de libras, 7,2 millones de dólares. Sí, una cifra astronómica con fondos públicos, recaudados de cada contribuyente.

La inversión olímpica se va en infraestructura, equipos, pagos -algunos muy altos- a atletas con potencial de podio olímpico, viajes, etc. contrastado con la otra cara: en promedio, 25 minutos de deporte a la semana en las escuelas para los niños, y la inversión sigue bajando año a año y se van cerrando centros deportivos comunitarios en las zonas más desventajadas del país (como en el norte, lejos de Londres).

Pero es no es toda la brecha. Los fondos están priorizados y dirigidos a las medallas. Las y los deportistas sin muchas posibilidades -a juzgar del comité olímpico y las autoridades británicas- ven reducidos o directamente cortados los recursos. 

¿De qué puede servir una política pública orientada al "éxito" y "orgullo nacional" a través de la TV
cuando el deporte se convierte en una cosa de unos pocos, de beneficio de unos pocos?

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Salvo excepciones individuales y, aparentemente ahora Brasil, toda América Latina está aún lejos de los grandes records y la disputa en el medallero, incluso Cuba bajó al modesto grupo de unas cuentas medallas con Argentina y Colombia.

Pero, ¿el "éxito" justifica la concentración de recursos? ¿Se trata de potenciar a "atletas de élite" o de masificar, popularizar y escalar en la práctica deportiva? 

Que debe haber apoyo al deporte olímpico y atletas con condiciones, sin duda, es un reclamo justo y asignación aún pendiente en la política pública de la mayoría de nuestros países. Lo  que la acción estatal no debe olvidar es que la práctica deportiva en buenas condiciones es un derecho y una necesidad. No es deseable ni tolerable que se genere una nueva brecha de desigualdad -de las tantas que ya persisten y se reproducen.