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28 de septiembre de 2021

El contraste


Se ha construido -y acaso instalado- una idea parcial y sesgada de las campañas de contraste. Muchas veces se la asocia únicamente al ataque, a la "guerra sucia", a la radical distancia entre mensajes, personajes, una candidatura o una narrativa respecto del extremo opuesto.

Por el contrario, el contraste debe ser "entendido como diferenciación, más que como ataque. Diferenciarnos en forma y en fondo. En símbolos e imágenes. En ideas y propuestas. Diferenciarnos de todos los contrincantes e inclusive de los antecesores", señala de manera precisa y concluyente el consultor político Ricardo Amado Castillo (2019).

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El contraste opera en función del contexto, los actores, la narrativa, los adversarios (que pueden ser contendientes, detractores o incluso blancos de una campaña de denuncia, por citar un ejemplo más cercano a acciones la sociedad civil) y sobre todo el cambio que se persigue.

Cierro con dos ejemplos distintos de contraste, con dos propósitos, actores, contextos y adversarios diferentes. El cambio, sin duda, es el eje central del mensaje, en el primero muy anclado en el discurso que diferencia desde la persuasión, en el segundo además en los símbolos y la estética que opera frontalmente, incluso con exceso.


Nota: Segundo post una serie de recursos analíticos concisos sobre comunicación política, medios, opinión pública y campañas. Para ver los demás recursos sigue #NotasComPol.

Referencias

10 de septiembre de 2021

La disonancia cognitiva en los medios y la política - notas #1


Si la realidad choca con nuestras convicciones más profundas y preferimos recalibrar la realidad antes que corregir nuestra visión del mundo, estamos frente a un fenómeno llamado disonancia cognitiva.

El engaño y la mentira son artilugios del poder, lo han sido desde siempre. Sin embargo, ahora -en los tiempos del internet y la posverdad- más que nunca, operan en la construcción de la opinión y el moldeado de las opiniones de la gente. Las emociones atraen la atención y otorgan cercanía a los discursos, a las narrativas, por lo que la disonancia cognitiva le añade matices que nos acercan a una “verdad aceptable y preferible”.

Estudiado por el psicólogo estadounidense Leon Festinger a mediados del siglo XX, la disonancia cognitiva es una teoría que se refiere a cuando un hecho se confronta con nuestras convicciones más profundas o sistemas de creencias preferimos recalibrar la realidad en nuestro propio cerebro, ajustar los argumentos a partir de nuestras propias creencias antes que corregir nuestra posición. Así, nuestro cerebro experimenta un malestar cuando dos cogniciones, o una cognición y un comportamiento, se contradicen, por lo que opta por la versión más confortable (Festinger, 1957) (Aronson y Tavris, 2020).

Captura: disonancia cognitiva UVG

La disonancia cognitiva nos impide admitir errores de una línea política o ideológica, por ejemplo, o posiciones contrapuestas a nuestras creencias. Se convierte en un recurso mental para parapetarse o encerrarse en una posición y desacreditar cualquier alternativa, lo cual, ante la polarización y la ausencia de respaldos concluyentes de medios o instituciones democráticas sólidas y aceptadas, la gente opta a “quién creerle”, reafirmando su decisión en una suma cero y dando un paso abierto a todas las teorías conspirativas que refuercen "su verdad".

El internet y la posverdad hacen el resto del trabajo.


Nota: Con este post inauguro una serie de recursos analíticos concisos sobre comunicación política, medios, opinión pública y campañas llamada #NotasComPol.

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