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28 de septiembre de 2021

El contraste


Se ha construido -y acaso instalado- una idea parcial y sesgada de las campañas de contraste. Muchas veces se la asocia únicamente al ataque, a la "guerra sucia", a la radical distancia entre mensajes, personajes, una candidatura o una narrativa respecto del extremo opuesto.

Por el contrario, el contraste debe ser "entendido como diferenciación, más que como ataque. Diferenciarnos en forma y en fondo. En símbolos e imágenes. En ideas y propuestas. Diferenciarnos de todos los contrincantes e inclusive de los antecesores", señala de manera precisa y concluyente el consultor político Ricardo Amado Castillo (2019).

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El contraste opera en función del contexto, los actores, la narrativa, los adversarios (que pueden ser contendientes, detractores o incluso blancos de una campaña de denuncia, por citar un ejemplo más cercano a acciones la sociedad civil) y sobre todo el cambio que se persigue.

Cierro con dos ejemplos distintos de contraste, con dos propósitos, actores, contextos y adversarios diferentes. El cambio, sin duda, es el eje central del mensaje, en el primero muy anclado en el discurso que diferencia desde la persuasión, en el segundo además en los símbolos y la estética que opera frontalmente, incluso con exceso.


Nota: Segundo post una serie de recursos analíticos concisos sobre comunicación política, medios, opinión pública y campañas. Para ver los demás recursos sigue #NotasComPol.

Referencias

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