Muchas veces he reflexionado sobre la facilidad de perder la perspectiva, el horizonte que nos permite vivir día a día soñando con vidas mejores. No me refiero unicamente al consumismo y las necesidades fabricadas o a las inaceptables desigualdades en nuestro mundo, estos seguramente serán temas posteriores para re/pensarlos, me refiero a la ceguera que nos cubre la sensibilidad. Y me pregunto abiertamente cómo hemos perdido la capacidad de admirar los momentos simples de la vida: las sonrisas de desconocidos, un beso, un abrazo, una lágrima ajena.
¿No será que la manera de llegar a la plenitud pasa por ser sensible frente a los demás, al cotidiano sentir de los demás? ¿Entederemos nuestro propio dilema en la simpleza del alrededor?
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