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24 de julio de 2007

Huayna Potosí

El pasado sábado 21 de julio partí rumbo a la montaña joven: el Huayna Potosí. Desde hace mucho tiempo tuve la ilusión de escalar particularmente esta montaña y ahora decidí hacerlo como despedida simbólica del país, desde las alturas.
Han sido tres días intensos y agotadores, en especial el último, sin embargo debo decir que ha sido una de las mejores, si es que no la mejor, experiencia de mi vida.
Durante el progresivo y agotador ascenso he experimentado muchas sensaciones particularmente satisfactorias. La montaña es un lugar que inspira silencio, reflexión, auto determinación, concentración y esfuerzo permanente por el objetivo final: la cumbre. A pesar de mi aceptable (no ideal) condición física, descubrí que llegar a la cumbre implica, además de la preparación física, determinación y paciencia.
Hacer cumbre fue una sensación única. Tras cuatro horas y media de ascenso nocturno desde Campo Alto, el cual permite observar el manto iluminado de El Alto hacia el sudoeste y la población de Coroico al noroeste con tan solo mover la cabeza de izquierda a derecha, observé el amanecer del 23 de julio desde los 6088 metros sobre el nivel del mar del pico norte del Huayna Potosí. La incomparable belleza de la Cordillera Real, el lago Titicaca, el Sajama y Parinacota en la frontera con Chile e incluso una tormenta eléctrica en el noroeste que intuyo estaba sobre las llanuras benianas son el escenario privilegiado que justifica todo el esfuerzo, preparación y concentración. Silencio pacificador y un momento de completa felicidad son mi mejor recuerdo.
Muchas gracias a quienes hicieron esto posible: En primer lugar a Macario Choque, mi guía y a mis padres y Sarah por el apoyo y la paciencia (y disculpen por las preocupaciones).

Para poder ver la galería completa de esta increíble experiencia pincha aquí.

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