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21 de mayo de 2011

Internet como bien común, colectivo, inclusivo y genuinamente propio


Artículo publicado en la separata del Aula Libre en Página Siete, el sábado 21 de mayo de 2011.

El sociólogo español Manuel Castells argumenta en La Galaxia Internet que la Red es un medio para actuar e informar, un espacio que reproduce ‘culturas abiertas’ y que se presenta ideal para generar impacto social y político[1]. Es cierto que también es un canal para la expansión del capital multinacional a partir de pautas de consumo excesivo además de la expansión de actividades ilícitas y atentatorias contra los derechos humanos, pero de ello no discutiré hoy.

Desde la publicación del mencionado texto hace ya una década, Castells ha profundizado en varios otros volúmenes su argumento a favor de la Red como el espacio cultural de transformación de las formas de intercambio e información, con particular énfasis en procesos políticos. Los medios y mecanismos de interrelación y socialización en Internet, asimismo, han evolucionado bastante desde aquella publicación hacia la oferta de recursos multidireccionales y de interacción.

El pasado 17 de mayo se celebró el Día Internacional de Internet, evento que aún puede significar poco para la mayoría de los bolivianos, pero que igualmente motivó actividades y espacios de reflexión desde el gobierno, la sociedad civil y las universidades en el país.

El lector intuirá que el gobierno hecha flores a los esfuerzos que realiza por incorporar tecnología y conectividad a educación e igualdad. Algunos de ellos son destacables, como los más de 400 telecentros comunitarios sobre todo implementados en áreas rurales, pero ciertamente la brecha digital ‘macro’, la de las políticas públicas o respecto a países en la región, es dramática.

En lo ‘micro’, no necesito explicarle al amable lector que internet es aún restrictivo y no es parte de la vida de la mayoría de los bolivianos porque tenemos las tarifas más caras de Latinoamérica, las peores velocidades de conexión, retóricas e inaplicadas políticas públicas de inclusión digital, empresas con servicios de atención al cliente paupérrimos pero sobre todo una producción propia de contenidos, recursos, software y aplicaciones muy limitada.

Hace dos sábados planteé en esta misma columna discutir sobre las condiciones del desarrollo de tecnologías propias y hoy propongo cerrar esta serie de reflexiones con el espíritu argumentativo de aquella propuesta, partiendo del reconocimiento que la información y la comunicación son derechos humanos consagrados.

Los medios tradicionales de información, cuestionados por el poder y por sectores que reclaman su pronta incorporación a una comunicación intercultural, están siendo ya interpelados y desafiados por ciudadanos que han identificado y están utilizando a internet no sólo para informarse y establecer contactos sino como espacios de reproducción y reafirmación cultural en comunidad, de intercambio y flujo productivo de información.

Internet es una oportunidad para el desarrollo y difusión de recursos genuinamente propios, que reafirmen y proyecten el sentido plurinacional e integrador, y que asimismo aporte en la materialización del tan esperado cambio en la vida de las personas. Esto depende mucho del internet que tengamos. Si abogamos por un internet ‘colonizado’ –apelando a esa categoría discursiva que tanto se repite –, comprador de tecnologías y siempre ‘pasos atrás’ del resto pues seremos nada más que consumidores y reproductores.

Por el contrario, si optamos por el decidido incentivo y apuesta por tecnologías propias, basadas en códigos y estándares abiertos, con seria inversión estatal y privada en desarrolladores, programadores y empresas de servicios propios, podremos aspirar al internet que todas y todos queremos.


[1] Castells, M. (2001). La Galaxia Internet. Barcelona: Areté.

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