La
separata del Aula Libre del sábado 16 de Julio publicó en su primera plana el
artículo titulado “La Tecnología en el proceso de cambio”. En el texto, Gonzalo
Villegas Vacaflor intenta justificar una posición anti “proceso de cambio” con
un discurso –sí, discurso– cuya multiplicidad de variables jamás llegan a una
contextualización y articulación clara, sufre de inconsistencias producto de un
argumento teórico forzado y carece de reflexión epistemológica mínima por lo
que se agota en una pataleta retórica antigubernamental.
El Aula Libre, entiendo, es un espacio plural y abierto para la reflexión y el
debate democráticos por lo que no cuestionaré la posición o aspiración política
del autor. Sin embargo, considero que es necesario proponer se precisen
abordajes, términos y contextos en procura que la separata siga siendo una
herramienta de aporte teórico y empírico para la práctica política y no se
convierta en un panfleto de discursos especulativos.
Sin
mencionarlo, o quizás sin saberlo, el autor ingresa a un amplio debate
neomarxista al hablar de ideología,
categoría comprendida a partir del trabajo de Louis Althusser sobre la
reproducción ideológica en el Estado. Este filósofo francés consideraba que hay
una condición de hegemonía coercitiva en las instituciones que reproducen las
ideas y allí viene la tensión entre el sujeto, los medios de producción y los
llamados aparatos ideológicos del Estado.
Por lo tanto, se puso en tela de juicio desde los años 70 el carácter
ideológico de las transformaciones desde la sociedad hacia el Estado, que es de
donde Lyotard (mencionado Villegas) y otros filósofos reconsideran la
transformación de las relaciones de intercambio en la infraestructura y la producción de cambios superestructurales de
las relaciones de poder.
Esta
tensión en el pensamiento neo/marxista conduce a replantarse la historia desde
una perspectiva de rupturas o continuidades epistemológicas, en las que las
formas de producción y reproducción del excedente y del poder, del conocimiento,
la ciencia y la tecnología, son sujetos intervinientes y, en distintas medidas,
determinantes en su función histórica.
En
ese contexto, el artículo en cuestión no logra establecer de manera concreta su
posición respecto a la relación entre ciencia y tecnología. Así como está
planteado, reduce el curso histórico, las relaciones de intercambio y las
condiciones de posibilidad de rupturas y continuidades epistemológicas a una
visión unilineal de la historia y las transformaciones sociales.
Más
luego Villegas afirma algo en lo que coincido. La “confianza científica”
ciertamente tiene a diseminar el discurso de “una respuesta para cada problema”
aunque cualquier ejercicio empírico serio y metódico encontrará siempre más
preguntas que respuestas. Este argumento, sin embargo, entra en contradicción
con el sentido y manera en que se entiende y usa el término tecnología.
En
un artículo anterior[i]
afirmé que “[l]a tecnología intermedia cada vez más las relaciones humanas y se
posiciona como un factor de cambio social y desarrollo desde el ámbito local
hasta el contexto global. De hecho, la historia del ser humano está
directamente relacionada con el desarrollo de herramientas, técnicas y
tecnologías incidiendo en la transformación de su relación con la naturaleza y
con los otros seres humanos”.
La
acelerada generación de tecnología en las últimas décadas para la información,
la comunicación, la industria, la productividad, los negocios, etc. no quiere
decir que ciencia y tecnología sean “siamesas”. De hecho, la historia de la
ciencia ubica sus orígenes mucho antes de los de la tecnología como la
conocemos hoy.
Ciencia
y tecnología, por tanto, son resultado de un proceso social. No son un fin ni
tampoco una vía exclusiva. Son el resultado histórico de un proceso
civilizatorio que no es ajeno a un orden ético, a la transformación de la
relación del ser humano con la naturaleza, así como tampoco es extraño a las
relaciones de intercambio ni generación/distribución del excedente. Es decir,
ciencia y tecnología no pueden ser ideológicamente “neutras”.
Esta
inconsistencia reafirma el carácter discursivo del texto al que hago alusión
porque cae en una posición conocida desde la academia como “determinismo
tecnológico”, cuya teoría ha sido formulada y desarrollada desde principios del
siglo XX por economistas y sociólogos que provienen precisamente de países con
acelerado desarrollo tecnológico.
Al
igual que estas otras teorías deterministas, el determinismo tecnológico trata
de explicar los fenómenos sociales e históricos en términos de un factor
determinante sobre otros, lo que se convierte en un argumento reduccionista.
El
artículo de Villegas, finalmente, ignora la crisis del capitalismo en tanto
sistema hegemónico de acumulación de capital pero también de desigualdades,
ignorando las rupturas y continuidades que son parte de su contradicción histórica.
Busca atacar al proyecto político masista desde una reduccionista posición de
“capitalismo o muerte” ignorando que éste ha demostrado en los hechos su
adscripción justamente al desarrollismo industrial, al margen de uno que otro
discurso adornado de progresismo y folclorismo, que no es más que una expresión
del capitalismo global.
Apelar
a la ironía retórica es un arte que se intenta pero no se ve reflejado
consistentemente en el texto. Yuxtaponer de manera forzada y vacía una visión
sobre la ideología, la ciencia y la tecnología para acusar a quienes conducen
el mentado “al proceso” de apegarse a la ilegalidad, ser ignorantes y corruptos
es un ejercicio intelectualmente deshonesto.
[i] Rivero (2011). “Por
un país con tecnologías propias” en Aula
Libre separata sabatina en Página Siete. La Paz, Bolivia, 7 de mayo de
2011.
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