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16 de febrero de 2012

Venezuela y Bolivia, el problema de las “unidades opositoras”


foto AP
Enrique Capriles es el candidato de la Mesa de Unidad en Venezuela, fuerza opositora al presidente Chávez. Capriles es actual gobernador del estado de Miranda, el segundo en población en el país, y emerge como el perfil más moderado y muy probablemente capaz de convocar a visiones de centro que desafíen la polarización política venezolana, algo que hasta ahora ha dado indiscutibles réditos al gobernante PSUV y su máximo líder.

Los resultados de las primarias venezolanas señalan que el nuevo candidato goza de amplio respaldo entre el electorado opositor, lo que no se traduce automáticamente en un peso sustancial en el padrón nacional, pero genera voces de aliento opositor de cara a las elecciones nacionales del 7 de octubre.

Hay voces en Bolivia que se adscriben abiertamente a la fórmula de la Mesa de Unidad venezolana: convocar a primarias, elegir a candidatos a presidente, miembros de la Asamblea Legislativa y otros para así afrontar “unidos” a la arrolladora maquinaria electoral oficialista.

Hasta aquí todo bien con la metodología opositora venezolana y, eventualmente, con la boliviana para el 2014 (o 2013 en caso de un complejo mecanismo constitucional revocatorio). Lo que las apuestas de oposición frente a los presidentes Chávez y Morales deben comprender cabalmente, primero, son los orígenes, fundamentos y cimientos de estos liderazgos:

La reproducción de las desigualdades mientras las élites conservadoras usufructuaban del poder, la composición de democracias formales a partir de dogmas liberales; la fuerza popular y colectiva que se rearticuló frente a esos modelos, el cambio histórico y transversal del Estado, así como la histórica y recurrente cultura política populista latinoamericana, entre otros contradictorios y difusos procesos de acumulación de tensiones, rupturas y continuidades políticas, sociales, económicas y culturales.

¿Venezuela ha debatido suficientemente esto? Los líderes de la Mesa de Unidad argumentan que sí. Su discurso parece dejar serias dudas. Capriles parece ser una opción moderada que ofrece un discurso más bien conciliador para Venezuela, con ya se dijo,sin embargo, ¿será capaz de despojarse de los intereses de las élites restauradoras? En el fondo ¿es este sólo un proyecto (o peor, una nueva aventura) electoral frente a Chávez pero no de cara al reto histórico que Venezuela demanda?

El problema de las apuesta opositora en Venezuela no estriba en la emotiva o comprometida composición de un relato para el discurso electoral, que aún está por verse si es capaz de derrotar en las urnas a la poderosa maquinaria electoral chavista, sino en la capacidad de articular un nuevo proceso histórico de recomposición democrática plural en el Estado.

El resultado venezolano muy probablemente será una guía para la acción opositora boliviana, algo que en sí se constituye en un primer error. A pesar de la aparente “similitud” de ambos procesos cuyo argumento se diluye ni bien acaba el discurso, Chávez no es Evo y las transformaciones, dinámicas y conflictos en Venezuela no son los mismos que en Bolivia, por lo tanto, las soluciones electorales y de recomposición democrática no son las mismas.

¿Está la oposición en Bolivia articulándose en colectivos barriales en la zonas periurbanas? ¿Ha logrado construir un relato que ofrezca una visión alternativa en El Alto, o el Plan tres mil en Santa Cruz? ¿Es esto creíble también en el campo? ¿Es acaso posible debatir esto en el campo? ¿cuáles son las sensaciones y niveles de compromiso de las y los jóvenes, agentes sociales de cambio? 

Quizá sean estas las preguntas a abordar antes de entusiasmarse con primarias y "unidades opositoras".


Artículo publicado en la columna PAR punto cero en Oxigeno Bolivia.

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