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19 de abril de 2011

¿en tu país qué comen?



foto: PA Rivero
La cálida recepción y la voluntad de comentar sus experiencias era la primera grata impresión digna de destacar. Estábamos terminando de recorrer un par de parcelas donde mujeres aymaras de la comunidad de Amachuma Grande -en el municipio de Palca- trabajan organizadas y por incentivo de una ONG internacional en la implementación de proyectos productivos para enfrentar los efectos del derretimiento acelerado de los glaciares del Mururata, nevado que alimenta de agua a la región.

Llegamos al 'patio de honor' como lo llamó con humor Grover el ingeniero agrónomo que guiaba la visita. Era un polvoriento espacio que apenas recibía la sombra de un descuidado pino, entre el cuarto que se utilizaba de cocina y un cerco de piedra que seguramente servía de contención de la casa de una comunaria en aquel terreno en pendiente, y tal vez como 'espacio vital' de alguna gallina.

Rápidamente colocaron sillas, troncos o lo que hubiese a mano para montar un círculo y allí coordinar temas relativos a futuras actividades. Nos ofrecieron asiento en posiciones de privilegio -a los barbudos "ingenieros" o "licenciados", da igual- a pesar de que simplemente estábamos allí para recolectar información, contrastar lo discutido en la oficina de la ONG y volver a la ciudad a diseñar proyectos. Sentí que la calidez y soltura del ambiente me permitía sacar la cámara y tomar algunas fotos del encuentro, así que me limité a capturar el transcurso de la reunión.

siviendo el apth'api
foto: PA Rivero
Cuando se había acordado todo, en un gesto no predeterminado pero casi coordinado -quizá producto del hambre que ya todos sentíamos- anunciamos la partida. Inmediatamente una de las mujeres de mayor edad, con una sonrisa en el rostro, nos invitó a compartir con ellas un apth'api, una comida colectiva-ritual de la región andina que agrega a un colectivo alrededor de papas recién cosechadas, chuños, ocas deshidratadas al sol, queso criollo, huevos hervidos y otros complementos menos virtuosos para mi 'occidental' paladar. 

Ingerir sistemáticamente una buena cantidad de tubérculos puede resultar un ejercicio pesado y por suerte iba circulando un vaso con "Simba", que, claro, debía ofrecer el primer chorrito a la Pachamama. A pesar de ello, los citadinos mestizos -o quienes no pertenecemos étnicamente a este grupo indígena- sabemos que es un factor social integrador y acabar lo que en el aguayo nos ha sido ofrecido es la mejor manera de corresponder la amable invitación.

En el preciso momento que comía una de las últimas ocas, la mujer sentada a mi lado, de arrolladora personalidad y carismática sonrisa, me preguntó con certeras palabras ¿en tu país qué comen?

En medio de la risa general, bajé la mirada y me pregunté a mí mismo, ¿a pesar que nuestras casas están a 80 kilómetros la una de la otra, a pesar que nacimos y crecimos mirando las mismas montañas, así de lejanos estamos que nos cuesta trabajo reconocernos? ¿Así de distanciados estamos producto de esta maldita desigualdad, en este desencuentro histórico que aún se reproduce y que no nos permite siquiera reconocernos y convivir abierta y cordialmente en la diferencia?

Aquí comparto más fotos de aquel día:

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3 comentarios:

  1. es increible cómo tu relato de un hecho tan cotidiano, pueda dar cuenta de lo que es todavía Bolivia: un país donde la desigualdad se evidencia en todo momento.
    El acento al hablar, el color de piel, la forma de vestir, lo que se come.... todo puede ser una excusa para marcar la diferencia. Y ser diferentes no es "malo", lo malo es que esas diferencias marquen desigualdades y discriminaciones. Felicidades Payo por tu relato.

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  2. Gracias Mónica,
    y completo a tu comentario que esas desigualdades nos han negado la posibilidad histórica de re/conocernos.

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