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16 de abril de 2011

La iconografía de la protesta


Artículo pulbicado en la separata del Aula Libre en Página Siete, el sábado 16 de abril de 2011.

foto: Eju.tv
Dinamita en mano, los mineros irrumpieron estruendosos la semana pasada las calles de la cede de gobierno, una vez más. No fueron los únicos, a los combativos trabajadores de las entrañas de la tierra se sumaron estudiantes de la UMSA, trabajadores de la CNS, fabriles y maestros, cada quien con su porción de descontento, reactivando así un mecanismo de acción política sistemático muy bien conocido y ejercido en Bolivia: la protesta en las calles.

Hubo gases lacrimógenos, enfrentamiento con la policía, bloqueos, caos vehicular, en fin, todo aquello que las y los paceños durante más de una década bien podíamos atribuirle como parte del folclore urbano.

En una de estas “jornadas de  movilizaciones” -como algunos medios  televisivos se refieren-manifestantes pasaron frente al Ministerio de Trabajo lanzando globos con pintura a este edificio, alcanzando a manchar la bandera nacional y la whipala allí flameantes.

No faltaron las voces oficialistas que se desgarraban acongojadas, descalificando lo que consideraban un desagravio a los símbolos patrios y plurinacionales. Se había trasgredido, entiendo, el orden estético y representativo de la patria, la nueva patria, la de los hombres y mujeres plurinacionales.

Estas escenas me recordaron al brillante trabajo de la socióloga Victoria Bonnell “la Iconografía del Poder”[i]. En este texto, Bonnell presenta una serie de estudios sobre los bolcheviques, quienes tras la toma del poder en 1917, inauguraron la producción de propaganda visual que se consolidó como tendencia hasta principios de los años setentas.

Destinada a una población semi-analfabeta sometida durante siglos a la explotación zarista y acostumbrada al legado visual de la autocracia rusa y, por supuesto, a la iglesia Ortodoxa, los carteles y los símbolos políticos de nuevo régimen buscaban moldear nuevamente al sujeto colectivo e imprimir en las mentes y los corazones el espíritu del nuevo hombre y mujer soviéticos.

Usted puede preguntarse qué tiene que ver lo uno con lo otro. Pues bien, el texto de Bonnell bien podría motivar un estudio sociopolítico y discursivo sobre la iconografía del poder en el Estado Plurinacional, con la invención de símbolos, el lenguaje textual y visual, pero además podría complementarse con un estudio sobre la iconografía de la protesta: clásicas y reiterativas pancartas, la disciplinada formación sindical, la “presencia” sectorial siembre bien identificada en los estandartes, los infaltables petardos y las temerosas dinamitas, sin olvidar claro, los cánticos (algunas nuevas versiones de humor político circulan ya por las calles) que alimentan al sentido visual y textual de la protesta.

El discurso político no sólo es palabras, queda claro. De hecho, el proceso de comunicación política en las calles se nutre y cobra mayor sentido al reproducirse esta iconografía de la protesta en una secuencia de discursos y recursos visuales, narrativos y textuales que trasgreden, de manera rebelde y combativa, como siempre, el orden constituido.


[i] Bonnell, Victoria (1997). Iconography of power. London: University of California Press.

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