19 de julio de 2025

De sofistas digitales y filósofos invisibles: redes sociales y el conflicto eterno entre persuasión y verdad

 Leyendo la maravillosa obra de Jorge Volpi, La invención de todas las cosas, me detuve en uno de los conflictos intelectuales más antiguos y reveladores: el enfrentamiento entre los filósofos clásicos como Sócrates, Platón y Aristóteles y los sofistas. Un conflicto que, a pesar de los siglos, encuentra un inquietante eco en nuestra vida digital actual.

Los sofistas enseñaban a la retórica, a persuadir, a convencer con eficacia. Lo suyo, argumentan los clásicos, no era la búsqueda de la verdad, sino la victoria en el discurso. En cambio, Sócrates se empeñaba en hacer preguntas incómodas y desmontar certezas aparentes; Platón acusaba a los sofistas de manipular apariencias en lugar de buscar el bien, y Aristóteles intentó sistematizar el conocimiento con lógica y evidencia.

Hoy, esa tensión parece regresar bajo nuevos nombres: viralidad, engagement, storytelling, gamificación. Las redes sociales premian la agilidad, la simplificación, el impacto inmediato. Las ideas deben caber en un meme o un TikTok o un "pastelazo" en X. Lo complejo incomoda; lo matizado no se comparte; lo que tarda en entenderse, simplemente no existe en el timeline.

En este entorno, los nuevos sofistas digitales no enseñan retórica, sino algoritmos: cómo lograr clics, views, reacciones. Y aunque bien pueda haber filósofos contemporáneos —personas y colectivos que intentan pensar y dialogar en profundidad— muchas veces lo hacen en los márgenes, sin el foco ni la visibilidad que el sistema otorga a lo espectacular.

¿Estamos condenados a [re]vivir en una polis digital dominada por la apariencia? ¿O es posible recuperar el espíritu socrático en medio del ruido, la prisa y la constante gratificación?

Ilustración generada con IA de alternativaseconomicas.coop

27 de junio de 2025

Jóvenes, IA y el riesgo de perder el primer peldaño

 Hace poco me topé con un artículo que sobre caricaturistas políticos ganadores del Pulitzer que están utilizando inteligencia artificial en su creación. Relatan una relación in/tensa, acelerada, de mucho descubrimiento y potencia, a su vez, con muchas preguntas por resolverse.


Al cierre del artículo, me quedé pensando en un asunto de largo aliento: el impacto de la IA en las oportunidades laborales, especialmente para los jóvenes que recién comienzan su camino. 

Estamos en un momento histórico en el que la inversión en tecnologías que automatizan y aceleran procesos productivos no solo es una tendencia, sino una verdadera apuesta global. Las empresas e instituciones buscan eficiencia, y la IA se presenta como la llave maestra para abrir esa puerta. Pero aquí está la paradoja: esa productividad que se gana en términos empresariales no necesariamente se traduce en un beneficio directo para todos los trabajadores (habrá "ganadores y perdedores") , y menos aún para quienes están en formación. 

Cuando yo empecé (apenas un adolescente, haciendo archivos en PAT, entonces una productora de televisión), el aprendizaje venía de abajo hacia arriba. Se trataba de hacer, equivocarse, repetir, entender el ritmo del trabajo y aprender de otros, sobre todo, de crecer en la experiencia práctica. Esta es la manera que puedes escalar, descubrir vocaciones y construir un futuro. Hoy, ese camino podría verse erosionado por la capacidad sustitutiva de la IA. Las tareas operativas, que solían ser el terreno de aprendizaje inicial, están siendo absorbidas por algoritmos y máquinas. 

¿Y qué queda para los jóvenes que necesitan ese espacio para formarse? ¿Cómo construir experiencia si los peldaños básicos están desapareciendo en los ya cada vez más escasos trabajos formales? Es un problema que no podemos soslayar. Es cierto, muchos jóvenes quieren autonomía y cada vez menos empleos fijos, sin embargo, la automatización puede convertirse en una barrera invisible que excluye a quienes todavía no tienen el capital cultural o técnico para insertarse en un mercado laboral cada vez más exigente y digitalizado. Sumar a otros obstáculos como los techos de cristal o los sesgos por discriminación, origen, género, etc.

Por eso, más allá de la fascinación por la tecnología y la promesa de la productividad, urge pensar en políticas públicas y decisiones corporativas claras y transparentes que protejan las oportunidades formativas y creativas. No se trata solo de producir más, sino de invertir en talento humano, en la capacidad de crear, de pensar críticamente, de innovar. La IA podría ser un aliado para potenciar a las personas, no un reemplazo que margina a quienes están dando sus primeros pasos.

📷Foto: Saulo Hernández / Pexels



16 de mayo de 2025

El regreso


Hubo un tiempo en que escribía (¿publicaba?) aquí con regularidad. El contenido cambió muchas veces, arrancó con ideas sueltas, registros de viajes o experiencias, a un espacio virtual de observación, digamos, más serio (¿o pretencioso?).

Me permitía observar, apuntar registros, cruzar ideas. También hacer un registro más o menos indicativo de lo que publicaba en medios, en revistas especializadas u otros espacios.

Pero ya no. Todo cambia.

Vinieron los días veloces. La agenda. La vida.  Los cambios. Ese cúmulo de demandas invisibles que hacen que uno deje de hacer todo lo que quiere para seguir haciendo más de lo que debe. Y entonces este blog, como tantos otros, quedó en pausa. Silenciado. No cerrado, no clausurado, sino simplemente… abandonado. Como se abandona una libreta a medio llenar. O un proyecto que nos gustaba, pero que ya no entraba en la maleta del día a día.

Ahora vuelvo. No sé muy bien por qué. O quizá sí lo sé, pero mejor llamémoslo por ahora necesidad. Ganas. Curiosidad. O apenas el impulso terco de seguir escribiendo aunque no haya una razón clara, aunque ya no haya lectores garantizados, aunque el mundo se haya acostumbrado a formatos más breves, más fáciles, más masticables.

He vuelto sin ceremonia, sin promesas, con una taza de café a medio tomar y una ventana abierta detrás de mí. Porque a pesar de todo —de los algoritmos, de la prisa, del scroll infinito— escribir sigue siendo una forma de estar, de pensar con pausa, de dejar constancia. Una forma de no olvidarme de lo que pienso cuando no estoy obligado a decir nada.

No sé qué vendrá. Ideas sueltas, apuntes de oficio, lecturas, obsesiones, pequeñas crónicas personales. 

Solo sé que he vuelto. Y que, de algún modo, este lugar me ha estado esperando.