La tele está encendida en casa. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, grita desde el balcón en Carondelet. Pura emoción, pura victoria tras un tenso día, uno más, en la turbulenta historia de estas tierras latinoamericanas.
El pueblo en las calles, las fuerzas de seguridad enfrentadas, presidente secuestrado, balas disparadas por ecuatorianos en contra de ecuatorianos. Todo confuso, todo tenso, todo eruptivo, todo demasiado, pero demasiado oscuro.
¿Qué pasó hoy en Ecuador? ¿Cuál es la verdad? Berkeley diría que nada más aquella que se manifiesta ante nuestros sentidos. Habrán muchas verdades, y por ello muchas medias verdades, como siempre. Lo gravemente recurrente es que la protesta, los proyectos y tácticas político-antidemocráticas y el show mediático nuevamente se nutren de la desesperación, las balas, los gases y la sangre.
¿Qué pasó hoy en Ecuador? ¿Cuál es la verdad? Berkeley diría que nada más aquella que se manifiesta ante nuestros sentidos. Habrán muchas verdades, y por ello muchas medias verdades, como siempre. Lo gravemente recurrente es que la protesta, los proyectos y tácticas político-antidemocráticas y el show mediático nuevamente se nutren de la desesperación, las balas, los gases y la sangre.
Golpe, sublevación, salarios, crisis, secuestro, autogolpe, montaje, 'ni perdón ni olvido', 'Lucio asesino'... Serán las y los ecuatorianos quienes resuelvan sus crisis y conflictos. Pero a mí cada vez me parecen menos atractivos los circos políticos que por estas tierras son cada vez más frecuentes...
Termino entonces con las mismas palabras que el presidente Correa acaba de sentenciar: hasta la victoria siempre!