Desde chico escuché repetir a mi padre que no hay que tenerle miedo a los muertos, sino a los vivos. Interesante forma de desmitificar la cantidad de inocentes miedos que uno desarrolla respecto a las tumbas, los cementerios y los muertos.
Así, durante varios viajes visité interesantes cementerios, primero con la idea de que no son sitios 'peligrosos', sino todo lo contrario, y segundo con el interés de 'descubrir' la última morada de personajes célebres (dentro de mi propia categorización de celebridades, faltaría más decir). Claro, un lector agudo dirá hay cementerios y cementerios, con lo que debo concordar plenamente.
Un poco por casualidad y mucho por curiosidad visité la semana pasada el cementerio de Highgate. El motivo principal de mi visita fue la tumba de Carlos Marx. Conversando con Phil, un amable voluntario encargado del ingreso (el costo es de £3 [5$us]) me enteré que varias otras personalidades 'descansan' en el recinto, tales como Herbert Spencer (muy cerca de Marx, por cierto) o Mary Ann Evans, conocida bajo el seudónimo de George Eliot, sobre quién tuve oportunidad de escuchar análisis y debate en una clase de literatura clásica británica a la que atendí como asistente de un estudiante con discapacidad meses atrás.
El cementerio de Highgate (en su ala Este), en apariencia, se presenta como descuidado y tétrico. Phil me explica que más bien aplican el concepto de 'negleted maintainance' o mantenimiento descuidado, es decir que todos hacen su trabajo: visitantes, empleados, plantas, lápidas, estatuas, y hasta la peculiar vida animal de Londres (ya les comentaré sobre zorros, cuervos, patos, ganzos y demás londinenses por tradición). Así, recorrí el lugar sin un rumbo definido, simplemente dejando la ilustre morada del señor Marx para el final.
Sobre la tumba de Marx hay un macizo de granito con las inscripciones 'proletarios de mundo, uníos' y 'los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversas maneras; la cuestión, sin embargo, es cambiarlo'. Aparentemente, goza de constante mantenimiento y se dice que nunca le falta una flor roja.
A mí me invadió la curiosidad de qué exactamente se podía hacer, no creo que una oración hubiera sido algo apropiado, o si? De cualquier forma, opté por compartir algunos pensamientos con aquel pilar que sostiene el busto del Dr. Marx.
Simpática visita.
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