Carandaití, Macharetí, Parapetí... son lugares que hasta ahora pertenecían sólo a las páginas de un libro de historia, de la dura historia "del Chaco". Aquí comparto un relato con apoyo fotográfico de un incomparable viaje a las llanuras chaqueñas.
Apenas unos 30 minutos después de salir de Camiri y amanece cerca de Cuevo. Una serranía tupida e intensamente verde inunda el paisaje. Es inevitable preguntarse cómo es posible que el Chaco sea tan verde y tan seco a la vez.
Es la temporada, me dicen. Mucha gente piensa que en el Chaco no llueve, pero no es así, aseguran los colegas que me acompañan, dos camireñas y un beniano. "¡Ya tendrías que ver cómo se pone de seco el monte en tiempo seco!"
El tiempo seco en el Chaco dura casi 9 meses.
Salimos de la ruta internacional entre Santa Cruz y Yacuiba poco antes de Boyuibe, aún en territorio cruceño, para iniciar una travesía por cientos de kilómetros a través de "las brechas". Apenas pasamos un par de kilómetros y ya resulta imposible mantener la charla. En algún lugar de estos infinitos espinales y arenas calientes se murió el bisabuelo Luis, se murieron tantos compatriotas...
Arenales profundos que cada tanto en tanto se convierten en pequeños pantanos. Lagartijas e iguanas (los guaraníes les llaman tatí) cruzan a toda velocidad el pequeño convoy que abre las "brechas". De tanto en tanto, como cada media hora, aparecen serpientes cerca de esos aislados pero profundos pozos de agua en pleno "camino".
Cientos de mariposas beben lo que pueden en los pozos de agua, aletean sus últimos segundos de vida antes de que las ruedas de nuestra camioneta las aplaste, parece que no les importa morir. ¿O es que morirían de sed de todas formas?
Las brechas son cientos, sino miles de sendas cuadriculadas de la Serranía del Aguaragüe hasta la frontera paraguaya por la denominada "llanura chaqueña", cientos de kilómetros cuadrados que sirvieron para la exploración petrolera y gasífera de YPFB y otras empresas petroleras. Nunca encontraron reservas importantes.
Las brechas sirven ahora a los guaraníes, el grupo étnico originario que habita la zona, quienes han sido dotados con más de 100 mil hectáreas de tierra. Eso sí, en el fin de la patria. ¿O será en el principio?
Las brechas también sirven a los contrabandistas que traen de Paraguay whisky y cigarrillos. En intercambio recíproco y sin control alguno, desde Bolivia transportan por las brechas (y por encima de ellas, en avionetas) miles de kilos de cocaína.
Quizá pensaron que tanta distancia, tanta dificultad, tanto calor serían barreras naturales para que los guaraníes no se asienten. Así como lo fueron para esos miles de soldados que perecieron en esas mismas arenas ardientes y montes espinosos. ¿Quién más podría habitar esas zonas que aquellos cuya historia está enraizada en esos toborochis y lapachos?
Los guaraníes han montando un proyecto ganadero a más de 90 km de Macharetí (Chaco chuquisaqueño), la población en línea recta más cercana y a apenas 9 km de la frontera paraguaya.
El proyecto ganadero de Yembiguasu es un modelo que otras capitanías guaraníes de Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija quienes ya están "replicándolo. El objetivo es la consolidación de ese territorio, su territorio, ahora en gran parte alambrado y bajo manejo sostenible a partir de una ganadería que no desmonta el bosque sino que se nutre de él.
Nos recibieron con una ambrosía casi a medio día (el viaje debió durar 4 horas pero tomó casi 7 desde Camiri), a algo más de 40º |
El centro está libre de garrapatas y el ganado goza de buena salud. Es más, varios ganaderos de la zona, incluso antiguos patrones, vienen a comprar ganado y a ver el manejo del centro.
"Qué no, claro que hay mortalidad", responden. Ahora el problema son las víboras que pican y matan a las vaquillas cuando se disputan el bebedero. "en estos días perdimos cuatro", comentan.
Pero los guaraníes están decididos, organizados y empoderados. Son dueños de su tierra y han negociado con las petroleras compensaciones ambientales que les permitan proyectar un mejor futuro cuando apenas unas décadas atrás, los guaraníes seguían siendo semi esclavos de haciendas en el Chaco.
Su camino es largo aún pero lo recorrido sólo puede provocar admiración.
Y es que ahora esas casi 8 horas de retorno por una brecha que resultó más pantanosa se sienten una anécdota casi burlesca de lo que vivieron y viven esos indígenas compatriotas en el fin de la patria -o en el comienzo.
Al salir de las brechas, pasada la media noche y aún a más de 30 grados, vuelve la nostalgia de la memoria genética colectiva. Las arenas del Chaco, el infierno verde. Edith y la tiendera de Carandaití, sentados en la acera, mientras le entro a una cerveza fría -no hay agua y era la única bebida-, me cuentan que no lejos del pueblo aún se escuchan tiros, gritos y lamentos. En el monte -dicen- aún hay restos de la guerra, esqueletos de camiones, material bélico inutilizado y huesos humanos. Los fusiles máuser ya se los han recogido.
Recuerdo mirar a ese cielo estrellado y plantearme la misma recurrente pregunta de este relato ¿estoy en el último rincón o el principio de la patria?
Qué lindo ver a viejos conocidos, como doña Audia. :)
ResponderBorrarGracias por comentar y compartir este texto. Gracias también por enviarme el texto sobre Yembiguasu, lo voy a abrir en la oficina. Un abrazo!
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