Ciudad amurrallada por montañas, su convulsiva historia prácticamente comienza con su primer sitio a fines del siglo XVIII. Desde entonces, ha soportado ya innumerables cercos humanos que hacen inverosímil su propio nombre: La Paz.
Cerros de increíbles colores, calles que trepan murallas y desafiantes construcciones que se retan a duelo permanente con la gravedad pero también con la pobreza.
Caótica, ruidosa, inundada. Nocturna y muchas veces taciturna.
Más que cuna de valientes y tumba de tiranos -como reza el texto escolar-, La Paz es el brazo maternal de genialidades como Jaime Saenz o Arturo Borda, Franz Tamayo o Marina Nuñez del Prado. La Paz es el inquilino privilegiado del deslumbrante Illimani.
La Paz es la síntesis de las contradicciones bolivianas. La Paz es pollera y es teatro, es chuño y es rock n' bol, es la sonora, alegre y "sacudida" cullahuada mientras es el viento de los Andes y herida de la miseria.
Altura. Yaaaaa. Sucumbe. Las cholas. Minibus. Fricasé. Illimani... Felicidades La Paz y como dicen tus hijos de antaño: te he de extrañar...
Altura. Yaaaaa. Sucumbe. Las cholas. Minibus. Fricasé. Illimani... Felicidades La Paz y como dicen tus hijos de antaño: te he de extrañar...
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