|
fuente: Erbol Digital |
Las calles paceñas han estado desbordadas por maestros (profesores escolares) marchando por un aumento salarial mayor al 5% establecido por el gobierno para este año fiscal. En contrapartida, la
Red ERBOL informa que los padres marcharon hoy exigiendo, tal como muestra la imagen, que los hombres y mujeres encargados de la educación vuelvan a las aulas, acción multitudinaria encabezada por el diputado del MAS y dirigente de los padres de familia, Jorge Choquetarqui (
ver nota aquí).
El magisterio y sus afiliados urbanos están en el derecho de protestar y buscar mejores condiciones salariales (derecho si pero es debatible hasta qué punto razón). Los padres están en la razón de exigir que sus hijos sigan recibiendo educación, aunque el ser 'liderizados' por un parlamentario oficialista le resta legitimidad a esa razón, ¿o no?
Más allá de derechos y razones, la protesta es un derecho de todos los y las ciudadanas y su reclamo debiera ser atendido por gobernantes así como mediado por dirigentes ecuánimes. Aquí no pretendo develar el conflicto en sí, ni las condiciones de posibilidad de resolución. Lo que me ha llamado la atención es la retórica de la protesta.
El rito de la protesta social contemporánea en Bolivia está esencialmente compuesta por el cuerpo humano, el sacrificio y la acción de la masa colectiva, componentes no siempre presentes simultáneamente y más bien desplegados estratégicamente según la radicalidad de la protesta. En el caso de las marchas, el cuerpo se reproduce en la masa 'disciplinada' bajo una estructura sindical que adopta en el número, en el volumen, su argumento de presión.
En este acto, la palabra colectiva y el diálogo sincronizado del grito de protesta, ejercen el rol de comunicador: '
Fuerza, fuerza, fuerza. Fuerza compañeros, que la lucha es dura, pero venceremos'. La interacción surge también entre los líderes y la masa, una relación disciplinada de subordinación (o acatamiento, como los sindicalistas suelen 'darle la vuelta': '
Abajo el Gobierno hambreador-
Abajo!!'.
'Viva la Confederación de Maestros Urbanos de Bolivia - Viva!!'. Asimismo, cuando la tensión sube, la policía se agrupa para repeler o dispersar una marcha y el enfrentamiento es inminente, la palabra colectiva busca activar la resistencia valiente de la masa en protesta: '
Fusil, metralla, el pueblo no se calla'.
Hasta aquí la aparente coherencia del acto simbólico y retórico goza de posible credibilidad. El problema está en que esta construcción política ha ingresado, ya hace mucho tiempo, en una dinámica repetitiva, re-usada y sin capacidad de persuasión. Se presenta predecible, carente de imaginación y vacía en cuanto a categorías discursivas que persuadan o impacten en la intersubjetividad política. Denota el des-compromiso evidente de un colectivo que no lucha efectivamente bajo una construcción ideológica sino arreada con una retórica prefabricada. En ello se devela además lo relativo de los liderazgos sectoriales sindicales y sus 'demandas' calculadas y de corto plazo.
La movilización social es parte del capital político de los y las ciudadanas. Es el espacio de manifestación pública colectiva y solidaria. Debería gozar entonces de un principio imaginativo, de una retórica que refleje las realidades, las percepciones intersubjetivas e irradie los verdaderos problemas de las mayorías. Debería reinventar las formas de persuadir y comunicar, interactuar con los medios de comunicación como vehículos para el entendimiento y la reconexión con la base social.
En una línea: La política sindical está carente de reinvención, imaginación y propuesta, comenzando por lo retórico.