Fui a caminar entre la niebla (en realidad ante todo sentí la necesidad de escaparme de la vorágine paceña). El plan era un fin de semana de calor en los bosques húmedos andinos, también conocidos como Yungas, pero la tormenta y la ola fría que azotó a la subregión descartó toda posibilidad de verano en invierno, para colmar el entorno de una fría y mística niebla.
Allí, desprovisto de toda posibilidad de conectarme, literalmente, con el mundo. Escribí estas líneas en esa libreta que contiene desde números de teléfono hasta notas para la clase que dicto en la universidad.
Atardecer en la Comunidad Chaco, muy cerca de Yanacachi en los Yungas paceños.
Ha llovido todo el día y la humedad se impone vestida de blanca neblina sobre El Castillo.
El olor a leña quemándose para preparar la cena mientras la copiosa lluvia sigue cayendo incesante y me recuerda a esas solitarias caminatas en los "woods" ingleses.
Al salir de una tienda, donde compré una coca-cola sin más pretexto que tratar de buscar conversar con algún lugareño, Eusebio me cuenta debajo de un cobertizo que la comunidad vive del cultivo de flores, básicamente Lilias, Hortensias y Lirios.
"La coca se siembra más allá" comenta, sin que siquiera se lo haya preguntado, aunque el lugareño de aspecto cuarentón me complementa que "no les interesa cambiarse a la coca".
Como muchas comunidades de estos lares, Chaco me deja la impresión de que la vida corre a la vera del camino. El caserío no parece muy dispuesto al desarrollo, el equilibrio y el diálogo no parecen ni prácticas evidentes ni mucho menos importantes.
Vuelvo al Castillo bajo la lluvia, ejercicio espiritual que a mi, en lo muy personal, no me incomoda para nada, por el contrario, me estimula muchísimo.
He tomado unas cuantas fotos. La lluvia ha regado mi espíritu con la humedad que necesitaba. el bosque no llora, me habla con gotas de vida.