Berlín es una ciudad sensacionalmente multivalente. Está rebalsada de metáforas, símbolos (los imaginados y los no tanto) e historias vivientes. Goza de una personalidad que debo admitir que me sorprendió desde el primer momento.
Berlín es, en cortas palabras, es una urbe que avanza despreocupada, maltratada pero invencible, 'rayada' pero sonriente. Lo interesante es que sigue reconstruyéndose y re-imaginándose, esta vez, pienso yo, desde una perspectiva histórico artístico-alternativa que se ha convertido en el imán perfecto para quien se considere 'alternativo' o genuino.
Y como me parece difícil definir qué es eso de ser alternativo, al caminar por Berlín queda claro que es el espacio urbano ideal para que cualquier piantao' y sus 'motivos' convivan de la manera más natural y fluida. Porque además, de seguro, habrá uno/a más loco suelto por ahí.
Y como me parece difícil definir qué es eso de ser alternativo, al caminar por Berlín queda claro que es el espacio urbano ideal para que cualquier piantao' y sus 'motivos' convivan de la manera más natural y fluida. Porque además, de seguro, habrá uno/a más loco suelto por ahí.
Su devastación durante la Segunda Guerra Mundial y su inmediata reconversión hacia el vivo y cotidiano manifiesto geográfico de la Guerra Fría (léase, dos sistemas, dos mundos, dos 'imaginarios', dos contradicciones... en el mismo lugar, una al frente de la otra, apuntándose día y noche, separadas por un río y un muro, nada más ni nada menos), le han dado más que una identidad.
Le han marcado, pienso yo, un inexorable destino histórico de convertirse en la cubica plástica más allá del bien y del mal, entre el re/encuentro y la nostalgia, entre el utópico futuro y el imborrable pasado.
Han pasado 18 años desde la reunificación pero las dos 'Alemanias' aun existen y son evidentes en términos urbanos, en términos económicos, en las relaciones sociales y de intercambio, en los accesos y las oportunidades, en la estética urbanística (cuál será la más difícil de borrar?).
Las queloidales cicatrices berlinesas son únicas y, la verdad, no hace mucho por ocultarlas. Las luce indiferente, con una cerveza en la mano y un paso lento y libre. Berlín es, ciertamente, como su alcalde Klaus Wowereit la describe: 'pobre, pero sexy'.
Le han marcado, pienso yo, un inexorable destino histórico de convertirse en la cubica plástica más allá del bien y del mal, entre el re/encuentro y la nostalgia, entre el utópico futuro y el imborrable pasado.
Han pasado 18 años desde la reunificación pero las dos 'Alemanias' aun existen y son evidentes en términos urbanos, en términos económicos, en las relaciones sociales y de intercambio, en los accesos y las oportunidades, en la estética urbanística (cuál será la más difícil de borrar?).
Las queloidales cicatrices berlinesas son únicas y, la verdad, no hace mucho por ocultarlas. Las luce indiferente, con una cerveza en la mano y un paso lento y libre. Berlín es, ciertamente, como su alcalde Klaus Wowereit la describe: 'pobre, pero sexy'.
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