14:40 en el Aeropuerto de Barajas, Madrid.
Se sentía como la mitad de camino rumbo a Rīga. No valía la pena ponerse a contar las horas ya que son muchas y con los cambios de horarios uno ya no sabe lo que pasa.
Barajas. foto de Wikimedia.org |
Pero estas líneas van dedicadas a Madrid en si. Desde el principio, cuando planeaba el viaje, siempre quice evitar el paso por la capital española. El estigma de viajar con el pasaporte boliviano, poco deseado por esos lares, ha dejado marcada la impresión de que el trato allí sería, cuanto menos, displicente y podría comprometer el resto de mis conexiones. Ejemplos hay varios...
Sin embargo, el mundo esta presto a darnos lecciones todo el tiempo. Durante todo el viaje, si contamos incluso el requerimiento de visa en la embajada alemana en La Paz, la prepotente 'despedida' del personal migratorio en La Paz, y la inútil revisión de seguridad en Lima, Madrid ha sido el punto donde mejor me han tratado.
Un peruano amable con un reiterativo vale colado o inventado a fuerza de adaptación, da lo mismo, me guió para encontrar la puerta de embarque. El personal de seguridad hizo su trabajo, reviso y hasta dijo, que tenga un buen viaje. En el café donde me conecté a Internet (carisimo, sea dicho de paso, 9€ la hora) un hombre de mediana edad detrás del mostrador me explicó como hacer para conectarme a la red de vodafone... En fin, suficientes elementos para relativizar el mito.
Así comenzó un viaje que ahora transcurre por Europa de Este, con bastantes historias, vivencias, lugares y experiencias por compartir.
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