La hora del planeta busca generar conciencia y responsabilidad sobre el cambio climático pero no es una acción efectiva si se quiere generar un impacto de desaceleración del fenómeno. Se debe optar por un cambio de la manera de vivir. Aquí va ejemplo.
¿Apagar o no apagar el foquito? Ese no es el problema.
Quien hoy se sume a la hora del planeta tiene que saber, en serio, que no hace ningún impacto, no cambia nada. Desde el año pasado comento que estas acciones en concreto no ayuda en nada al problema del cambio climático.
La campaña busca generar una acción colectiva global que genere conciencia sobre el problema y la responsabilidad que todos tenemos frente al cambio climático. Bien, pero el punto de discusión, si se ha llegado a ese mínimo de conciencia esperado, es qué hacer.
La respuesta es simple y muy complicada al mismo tiempo: cambian nuestra manera de vivir.
No usar tanta agua caliente, usar lo menos posible servicios o transportes basados en combustible fósil -petróleo-, desenchufar o apagar los aparatos que no usamos. Bien, todo ayuda, pero no es suficiente. Un cambio de fondo está en nuestros hábitos de consumo y sobre todo alimentación.
Un dato certero: la mayor fuente de generación de emisiones de gas de efecto invernadero, es decir lo que produce el calentamiento global, es la ganadería. Sí, no es broma, la ganadería. El punto de inflexión puede darse si dejamos de consumir tanta carne de res (algo muy complicado para los latinoamericanos y norteamericanos en especial).
La ganadería demanda la destrucción de bosques, los gases intestinales de las vacas producen enormes cantidades de CO2 y además demandan mayor producción de granos lo que degrada el suelo y, de nuevo, produce la destrucción de más bosques.
Ser vegetariano es una opción. Yo no la sigo. Pero reduje mi consumo de carne a más del 50%. El problema está en cambiar radicalmente la manera de vivir, consumir menos y a toda escala, producir cosas uno mismo, recuperar el sentido de autosostenibilidad en la mayor medida posible. Esos son los verdaderos desafíos, y no apagar hoy la luz.
Comparto un documental al respecto (pueden habilitar subtítulos en español en el menú inferior):
La respuesta es simple y muy complicada al mismo tiempo: cambian nuestra manera de vivir.
No usar tanta agua caliente, usar lo menos posible servicios o transportes basados en combustible fósil -petróleo-, desenchufar o apagar los aparatos que no usamos. Bien, todo ayuda, pero no es suficiente. Un cambio de fondo está en nuestros hábitos de consumo y sobre todo alimentación.
Un dato certero: la mayor fuente de generación de emisiones de gas de efecto invernadero, es decir lo que produce el calentamiento global, es la ganadería. Sí, no es broma, la ganadería. El punto de inflexión puede darse si dejamos de consumir tanta carne de res (algo muy complicado para los latinoamericanos y norteamericanos en especial).
La ganadería demanda la destrucción de bosques, los gases intestinales de las vacas producen enormes cantidades de CO2 y además demandan mayor producción de granos lo que degrada el suelo y, de nuevo, produce la destrucción de más bosques.
Ser vegetariano es una opción. Yo no la sigo. Pero reduje mi consumo de carne a más del 50%. El problema está en cambiar radicalmente la manera de vivir, consumir menos y a toda escala, producir cosas uno mismo, recuperar el sentido de autosostenibilidad en la mayor medida posible. Esos son los verdaderos desafíos, y no apagar hoy la luz.
Comparto un documental al respecto (pueden habilitar subtítulos en español en el menú inferior):
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