Los cientistas políticos tenemos una dilema existencial con dos categorías: legitimidad y legalidad. Los métodos nos entrampan cada vez que se realiza un análisis exhaustivo sobre determinada coyuntura y aquí, mis teóricos amigos, créanme ya solo considero meramente referencial la perspectiva Weberiana.
La crisis política hondureña, que se presenta como un 'acto' representativo de las polarizaciones ideológicas regionales, goza de variables difíciles de desmenuzar desde una u otra posición. Sin embargo, creo que hay un consenso más o menos general (y esta es una mirada desde fuera de Latinoamérica) que la ruptura democrática con fusiles apuntando a la gente, con encapuchados secuestrando autoridades y oponentes, y restricciones a las libertades civiles dista de lograr un encuentro entre legalidad y legitimidad.
Honduras refleja fracturas socio-históricas, desigualdades perniciosas (como las hay en toda la Región), desacuerdos institucionales y ante todo, fragilidad democrática. Yo no soy un experto en Centroamérica, ni mucho menos, por lo que mis comentarios se limitan al método a través del cual se aspira al cambio político-social.
Veo poco plausible que una acción política hoy en día se legitime por la fuerza en Latinoamérica. Los golpes de Estado, los tanques en las calles y los M16 apuntando a los manifestantes no son conductas legitimizantes. La (i)legalidad merece cuidado ya que los sistemas normativos, desde una perspectiva construccionista, no son absolutos, pueden ser corregidos y modificados. El 'truco', nuevamente, está en el método, en la manera de proyectar e imaginar una democracia más allá del molde.
La crisis política hondureña, que se presenta como un 'acto' representativo de las polarizaciones ideológicas regionales, goza de variables difíciles de desmenuzar desde una u otra posición. Sin embargo, creo que hay un consenso más o menos general (y esta es una mirada desde fuera de Latinoamérica) que la ruptura democrática con fusiles apuntando a la gente, con encapuchados secuestrando autoridades y oponentes, y restricciones a las libertades civiles dista de lograr un encuentro entre legalidad y legitimidad.
Honduras refleja fracturas socio-históricas, desigualdades perniciosas (como las hay en toda la Región), desacuerdos institucionales y ante todo, fragilidad democrática. Yo no soy un experto en Centroamérica, ni mucho menos, por lo que mis comentarios se limitan al método a través del cual se aspira al cambio político-social.
Veo poco plausible que una acción política hoy en día se legitime por la fuerza en Latinoamérica. Los golpes de Estado, los tanques en las calles y los M16 apuntando a los manifestantes no son conductas legitimizantes. La (i)legalidad merece cuidado ya que los sistemas normativos, desde una perspectiva construccionista, no son absolutos, pueden ser corregidos y modificados. El 'truco', nuevamente, está en el método, en la manera de proyectar e imaginar una democracia más allá del molde.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar | Thanks for your comment