Tuve el gran gusto de visitar Bogotá con motivo de un encuentro académico. Los cinco días y noches que estuve en la capital colombiana fueron de mucha caminata, observación, reflexión y prueba.
Bogotá es una ciudad andina que descansa sobre una verde cadena montañosa a lo largo del oriente de la ciudad. De esta pintoresca sierra hacia "abajo" -como describen los bogotanos- se extiende una inmensa ciudad de más de 8 millones de habitantes. El centro político, económico y cultural de Colombia.
Ubicarse en Bogotá es muy sencillo, está literalmente cuadriculada. Todas sus calles llevan números correlativos que parten del centro hacia el norte y sur, respectivamente y son perpendicularmente cruzadas por carreras también numeradas.
Conserva un pintoresco patrimonio arquitectónico colonial y republicano. Imponente arquitectura modernista combinada con un vistoso uso intensivo de ladrillo, que le da un simpático contraste con frecuente verde húmedo. Los edificios gubernamentales y espacios públicos del centro reflejan la imponente grandeza de Bogotá durante la Colonia, en el entonces virreinato de Nueva Granada, combinada con una arquitectura progresista de segunda mitad del siglo XX.
Estuve en época de lluvias, algunas torrenciales. Los anfitriones recurrentemente lamentaban el clima frío. Por el contrario, para mí fue más bien un ambiente de frescura y bastante propicio para caminar. De hecho, caminé muchísimo. Lo pintoresco a pesar del clima es que su posición geográfica permite que la ciudad esté siembre verde, abarrotada de ambas exóticas flores y frutas.
Coincidí con la marcha de protesta de los estudiantes. Me tocó también ser recusado varias veces, tal vez por esta mi pinta de hippie instigador, lo que irremediablemente conduce a comentar el tema de la seguridad.
Colombia aún vive bajo el signo de la violencia. Movimientos armados, grupos paramilitares, narcotráfico, delincuencia y un Estado represor reproducen un círculo inagotable de violencia que, como dijo un gran amigo bogotano, resulta un gran negocio para muchos y por ello parece haber poco interés en lidiar certeramente con ella. A pesar de ello Bogotá y sus habitantes trabajan duro para revertir este estigma y de hecho se percibe una sensación más de cuidado que de peligro.
Coincidí con la marcha de protesta de los estudiantes. Me tocó también ser recusado varias veces, tal vez por esta mi pinta de hippie instigador, lo que irremediablemente conduce a comentar el tema de la seguridad.
Colombia aún vive bajo el signo de la violencia. Movimientos armados, grupos paramilitares, narcotráfico, delincuencia y un Estado represor reproducen un círculo inagotable de violencia que, como dijo un gran amigo bogotano, resulta un gran negocio para muchos y por ello parece haber poco interés en lidiar certeramente con ella. A pesar de ello Bogotá y sus habitantes trabajan duro para revertir este estigma y de hecho se percibe una sensación más de cuidado que de peligro.
Bogotá tiene muchos atractivos. Tuve la fortuna de conocer algo de ella, recorrer varios rincones particulares y además la dicha de compartir con amigos entrañables, con los que comparto sueños, alegrías y también desdichas. Mi top 10 en Bogotá fue:
- El Museo de Botero, la galeria de Arte Clásico y Contemporáneo y la Casa de la Moneda (un complejo cultural imperdible)
- El cerro Monserrate
- El Museo del Oro (vea algunas de las mejores piezas del museo)
- Los brillantes graffitis y murales (vea este set de fotos)
- La Candelaria
- La quinta de Bolívar
- La biblioteca Luis Angel Arango (un patrimonio cultural de los latinoamericanos)
- La bandeja paisa (disculpen, plato paisa), la arepas en el desayuno, el tintico a toda hora y el ron de caldas (horas antes del desayuno)
- La lluvia al bajar por la 11 desde la Candelaria
- La avenida Caracas, a la altura de la 26 más o menos (para mis amigos bogotanos)
De este top se excluye, por no tener comparación alguna, a la gente colombiana. Un derroche abrumador, en el mejor sentido, de amabilidad y calidez.
En este enlace pueden ver mis fotos de Bogotá, también un set exclusivo del Museo del Oro y del arte callejero bogotano.
Espero volver pronto.
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