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El proyecto constituyente, que fue un proceso político, nunca lo olvidemos, propuso esta sui-génesis elección, decía, como mecanismo de reversión de ese pernicioso proceso. En ese sentido, a mi entender, al margen de los tecnicismos las preguntas de fondo fueron dos: ¿cómo elegir a las y los mejores? ¿Cómo empoderar a la ciudadanía plena para que se sienta y practique poder verdadero en el imaginario de reconstrucción del Estado y todas sus instituciones?
Estas preguntas adecuadamente respondidas ni en el proceso de operacionalización, ni en la convocatoria, ni en la preselección, tampoco en la etapa “preelectoral” –o como se llame al folclorismo de ciudadanos presentando sus CVs – y tampoco al recuento de votos.
Varios analistas, tal vez mejor autorizados en la temática que quien escribe, están observando los datos, lanzando hipótesis sobre los resultados y comprobando las distintas fragilidades de todo el proceso que, irremediablemente, ha atesorado y reproducido dimensiones políticas que ya ni los más puritanos masistas se empeñan en negar.
Haciendo una observación sobre los datos oficiales y sobre el proceso en su totalidad veo inconsistencias que puede develar elementos de cuestionamiento a todo el proceso de fondo. Lo primero es que, considerando que había una sola papeleta de sufragio y cinco columnas por completar, los datos de cantidad de votos emitidos no cuadran por ninguna parte ¡¿por qué?!
Le pongo un ejemplo que ilustra mejor esta duda: una vez en el recinto electoral usted llenó la única papeleta que le dieron conforme a su secreta e indivisible conciencia política y la depositó en el ánfora. Usted emitió cinco votos. Así haya anulado tres, dejado en blanco uno y votado válidamente otro, no tiene otra opción que contársele sus cinco votos.
Ahora bien, remitiéndose a los datos oficiales del OEP, en ningún caso, los votos emitidos cuadran unos con otros. Esto puede explicarse, en primera instancia, a partir de la posibilidad arriba descrita, empero, si nos vamos a las últimas casillas de la derecha, las del Tribunal Supremo de Justicia, verá usted que el total de votos emitidos a la columna de varones no cuadra en ningún caso con los votos emitidos a la columna de mujeres. Insisto, ¿cómo es esto posible si hay una sola papeleta de sufragio?
Es posible que el jurado electoral no supiera cómo contar y mezcló votos, lo que condujo a la varianza de acta en acta –nuevamente tenemos el rollo de la “falta de información”-. Si este es el caso, con el pesar del gasto público, los votos deberían ser contados nuevamente. El resultado descuadrado también sugiere que hay irregularidades en el proceso y atiza aún más las dudas sobre la institucionalidad electoral en el país.
Pero hay además otra cuestión que no cuadra. La inconsistente retórica que hemos participado del cambio en la justicia lejos de los intereses y decisiones político-partidarias, prebendales y oscuras. Ya no son los partidos tradicionales sino son los sindicatos y las entidades corporativas del poder que “deciden” las designaciones, ni a medias validadas en un altamente inconsistente proceso electoral.
Artículo publicado el sábado 29 de octubre en la separata del Aula Libre en Página Siete
Frente a una maquinaria todopoderosa que puede emplazar todo tipo de sistemas y procedimientos, por más ambiciosos o torpes que sea, una sociedad puede encontrarse , primero, desdeñosa y suspicaz; luego curiosa y atenta; para luego tornarse observadora y desconfiada.
ResponderBorrarEn todos estos estadios, las actitudes son entre indolentes, indiferentes,por un lado y atentas y conscientes, por otro.
Cuando se llega a esta etapa consciente, el individuo decide si cambia la indolencia por el retiro de confianza ante hechos, que aparentemente son tan manipulados, que ya agreden a la inteligencia y moral común.
Más allí de los análisis de expertos sobre la concordancia, encaje, encuadre, y precisión de las cifras se halla la percepción de la transparencia, honestidad y credibilidad del proceso, y por ende de quienes los manejan.
Cuando se evaporan estos niveles de confianza, se pierde algo subjetivo tremendamente poderoso, porque ya raya en los niveles del subconsciente. Cuando uno va a votar la próxima vez, el último instante antes de elegir viene dominado por estas fuerzas psicológicas de trasfondo.
Entonces, pueden sacar conejos de las urnas en un acto de magia, pero los individuos mutan en sus percepciones.
Para revertir eso - la pérdida de confianza -sí se requiere de actos fenomenales de magia en los sistemas económicos, los servicios públicos, el nivel de vida, la esperanza de futuros mejores, que el individuo pueda apreciar y desarrollar nuevamente confianza.
Esos impactos sutiles, psicológicos, son generalmente descartados, obviados, menospreciados por lo análisis "objetivos" y expertos. La confianza lo es todo, al final.