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6 de junio de 2010

De la Ceremonia al Rito Político

La posesión de los Gobernadores departamentales en Bolivia ha consagrado el inicio del proceso de descentralización político-administrativa discursivamente bautizado como autonómico. El acto fue precedido por la tensa aprobación de la Ley Transitoria para el Funcionamiento de las Entidades Territoriales Autónomas y se celebró con, llamémoslo así, ‘desordenes ceremoniales’ que se desencadenaron cuando el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, procedió a tomar juramento a las nuevas autoridades y los Gobernadores electos de Tarija, Santa Cruz y Beni, respectivamente, no invocaron señal alguna ni respondieron a la pieza discursiva ‘tradicional’: “Si, juro”.

El desenlace desconcertante ha llevado a múltiples especulaciones, declaraciones y exégesis que van desde lo legal hasta lo simbólico. El argumento con el que quiero aportar, sin embargo, responde a la conversión performativa de un acto ceremonial –eminentemente cargado de múltiples connotaciones políticas– en ritos políticos.


Ritual, desde un punto de vista estructuralista clásico, se entiende como "actuaciones altamente convencionalizadas" en las que intervienen "medios místicos fuera de la observación sensorial y control" (Gluckman, 1965). Gluckmann más adelante separa conceptualmente lo "ritual" de lo "ceremonial", subrayando la presencia mística en la primera y, por consiguiente, ausencia en la segunda.

Los rituales son comportamientos que articulan prácticas estandarizadas, la repetición y el simbolismo, elementos mediados por dos rasgos performativos notables: la dramatización y la ambigüedad (Fischer-Lichte 2005; Kertzer 1988). Desde la perspectiva post-estructuralista, la dramatización en lo político, como Taran (2000) argumenta, crea una importante dimensión para el pensamiento mítico. Dramatización se convierte en un elemento fundamental del mito político, porque se percibe como el "resultado de la lucha entre diferentes fuerzas: El bien contra el mal; lo sagrado versus lo profano; lo puro frente a lo impuro" (Montero 1995 en Taran 2000).

Los rituales políticos, nos dice Bell (1997), construyen poder. Pero también las prácticas ritualizadas se convierten en "instrumentos" para agitar las emociones y el establecimiento de prácticas que encajan perfectamente en las agendas de quienes buscan cuestionar las relaciones de poder y también tienen “la capacidad para dar cabida a símbolos conflictivos reduciendo al mismo tiempo la percepción de la incongruencia” (Kertzer 1988; Kürti 2006).

Costas, Suárez y Cossío han apelado a la rebeldía en la liturgia de la posesión a través de la inacción, una curiosa forma de dramatizar y reafirmar el sentido ambiguo, con el objetivo de cuestionar las relaciones de poder impuestas desde el centralismo, según el argumento decodificado, a través de la ritualización de la protesta. Digo ambiguo porque los tres ahora gobernadores han hecho explícito, público y mediatizado uso de señales de juramento ante simbólicos emblemas en sus respectivas regiones y ante los espacios de poder logrados a través del voto que es, en última instancia, la suprema forma democrática de legitimidad.


El discurso teatralizado y dramatizado ha sido encarnado el domingo pasado en la Casa de la Libertad más allá de las palabras y en franco reto a las tradiciones ceremoniales, algo que no nos es ajeno desde aquel puño izquierdo firmemente levantado el 22 de enero de 2006. Se ha cuestionado una vez más la ‘tradición’ a través de una reinvención simbólica de la protesta en el acto formal, dimensión tan indeterminada como poderosa frente a la cual los argumentos legales u objetivantes carecen de armas certeras y que ciertamente reafirman la lucha por el poder también en la dimensión simbólica.


Referencias

  • Baringhorst, Sigrid. (2004). „Political Rituals‟ in Nash, Kate & Scott, Alan (Eds.) The Blackwell Companion to Political Sociology. Oxford: Blackwell. pp. 291-301.
  • Bell, Catherine (1997). Ritual. Perspectives and Dimensions. Oxford: Oxford University Press.
  • Fischer-Lichte, Erika (2005). Theatre, Sacrifice, Ritual. London: Routledge. 
  • Gluckman, Max (1965). Politics, Law and Ritual in Tribal Society. Oxford: Basil Blackwell.
  • Kertzer, David I. (1988). Ritual, Politics and Power. New Heaven and London: Yale University Press.
  • Kürti, Lásló (2006). ’Symbolism and Drama within the Ritualisation of the Hungarian Parliament’ in Grewe, Emma & Müller, Marion (Eds.) Rituals in Parliaments. Frankfurt am Main: Eropäischer Verlag der Wissenschaften. pp. 41-63.
  • Rivero Morales, Pablo (2009). Political Ritualised Practices. The Coca Leaf as Discursive Artefact. London: Kingston University. Masters' degree Dissertation in International Polítical Communication, Advocacy and Campaigning.

9 de octubre de 2009

Zamba Para No Morir

El acto de conmemoración, como ceremonia y discurso, tiene la poderosa y funcional capacidad de dramatizar la ritualización de lo político. Esto, claro, a conveniencia calculada del que goza el privilegio de mirar el recordado acto como acontecimiento del pasado, aquello que lo llaman, hito histórico.

Voy a hablar de dos 'sucesos' distintos en tiempo y contexto pero cuyos desenlaces, relaciones y coincidencias me han dado vueltas por la cabeza durante los últimos días. La conmemoración de cuadragésimo segundo aniversario de la muerte del Che Guevara y el reciente fallecimiento de la Mecha Sosa. La relación que desencadena este post radica, con toda franqueza, en lo que creo fue meramente un error de producción. (?). Me explico.

Primero, la naturaleza misma del acto de muerte del Che Guevara (les pido tomen en cuenta cada una de las palabras anteriores) es el guión tallado en la piedra fundamental del 'discurso revolucionario' latinoamericano. El presente proyectado al futuro, el cuerpo como centro de expresión del mensaje, el drama y la sacralización como validaciones intersubjetivas entre seres que aspiran y sueñan, y finalmente, la muerte. Una verdadera aproximación uno de los actos (actos) de origen de la fe cristiana, o no? me siguen?

Casi cuarenta y dos años después, el fallecimiento de Gladis Osorio o Mercedes Sosa, por causa de una severa afección renal ha producido gran congojo en todo el ámbito latinoamericano. Antes de que, a petición suya, su cuerpo sea cremado y sus cenizas sean esparcidas en tres provincias argentinas, en acto 'público', (acto), la querida cantante popular es velada en el Congreso Argentino en una evidente ceremonia politizada.

Fusil y guitarra han sido dos símbolos de la lucha revolucionaria latinoamericana. Música, protesta y acción basada en el sacrificio y la consecuencia, han sido los elementos recurremente apelados por 'los verdaderos revolucionarios'. La muerte y su ritualización política posterior son actos que persiguen la re/producción del icono como mensaje al futuro, a las masas.

Sin embargo, todo esto es funcional, volviendo al párrafo inicial, para quien goza del privilegio de subirse al escenario y reescribir discursivamente la historia, ya sea en las polvorientas y siempre peregrinadas calles de La Higuera o en el imponente edificio de una cúpula formidable de la calle Rivadavia y Entre Ríos en Buenos Aires, y hacer uso de la muerte como acto político.

Así, aclaro el error anunciado. Al terminar de ver la película Che: Parte Dos me sorprendió las melódicas notas de la zamba Balderrama, interpretada por la Negra. A mi me parece que se equivocaron de tema porque debieron incluir, en todo caso, Zamba Para No Morir, compuesta por Hamlet Lima Quintana y también célebremente interpretada por la Negra Sosa.

Lo que une al rosarino y a la tucumana, al Che y a la Negra, fueron la poesía, el amor, y el sueño inmortal por un cambio con justicia social. Esta es la formidable retórica con la que 'sintetizamos' la complejidad de los seres trascendentes, sus genialidades, contradicciones, errores o aspiraciones. La ritualización política, muy al tanto de esa nuestra 'capacidad de síntesis', despliega el acto, el drama, la ambigüedad, la repetición y la casualidad (un factor político por excelencia) como elementos funcionales. Cuán al tanto los personajes así lo pre-establecen, es una cuestión más difícil de responder.