13 de diciembre de 2011

la intimidante/absurda seguridad en el aeropuerto de Caracas


Escribí este post días atrás en mi camino a Letonia. Una demora en Lima por la huelga de controladores aéreos me dejó varado en París. En unos pocos minutos quise registra esta experiencia en tierras venezolanas:

Escribo este post desde el aeropuerto Charles de Gaulle en París. Llegué aquí sin estar planeado desde Caracas ya que una huelga de controladores aéreos en Lima ocasionó que fuera perdiendo conexiones.

Pero en estas líneas no quiero reflejar lo que muchos probablemente ya saben: se hace cada vez más dificultoso viajar largas distancias y los servicios de las aerelíneas son cada vez menos atractivos, por decirlo decorosamente.

Me interesa compartir una sensación que nace de mi experiencia [claro, cargada también de mi subjetividad]. Resulta que en los últimos tres meses he estado en 9 aeropuertos de Sudamérica y Europa (El Alto, 3 veces en Lima, Quito, Medellín, Bogotá, Santa Cruz, Caracas, París y en pocas horas en Riga), en todos hay un control riguroso por temas migratorios, delictivos, etc, pero sólo en el principal aeropuerto de Venezuela, el Simón Bolivar Maiquetía, se siente el despliegue de un estado policial intimidante.

La presencia militar con armamento cerca de los pasajeros se la ve en muchas partes, sobre todo en lugares donde hubo atentados terroristas pero el control en Caracas es excesivo. Pasé por cuatro revisiones que lindan incluso en lo ridículo donde revisaron a detalle mi pasaporte y mis visas, las escanearon (y supongo que registraron), sin mencionar la poco decorosa y muy prepotente requisa en la manga antes de abordar. Tomen en cuenta que técnicamente jamás pisé suelo venezolano, estuve todo el tiempo en tránsito internacional!

Conversaba con alguna gente al respecto (dos europeos y un sudamericano) y coincidíamos que si ese control fuera así de estricto en las violentas calles de Caracas, tal vez no sería una de las ciudades más peligrosas del mundo, pero no, los peligrosos somos quienes por ahí pasamos, sin oficio ni beneficio. 

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