21 de julio de 2011

Ideología y tecnología más allá del “proceso de cambio”



La separata del Aula Libre del sábado 16 de Julio publicó en su primera plana el artículo titulado “La Tecnología en el proceso de cambio”. En el texto, Gonzalo Villegas Vacaflor intenta justificar una posición anti “proceso de cambio” con un discurso –sí, discurso– cuya multiplicidad de variables jamás llegan a una contextualización y articulación clara, sufre de inconsistencias producto de un argumento teórico forzado y carece de reflexión epistemológica mínima por lo que se agota en una pataleta retórica antigubernamental.

El Aula Libre, entiendo, es un espacio plural y abierto para la reflexión y el debate democráticos por lo que no cuestionaré la posición o aspiración política del autor. Sin embargo, considero que es necesario proponer se precisen abordajes, términos y contextos en procura que la separata siga siendo una herramienta de aporte teórico y empírico para la práctica política y no se convierta en un panfleto de discursos especulativos.

Sin mencionarlo, o quizás sin saberlo, el autor ingresa a un amplio debate neomarxista al hablar de ideología, categoría comprendida a partir del trabajo de Louis Althusser sobre la reproducción ideológica en el Estado. Este filósofo francés consideraba que hay una condición de hegemonía coercitiva en las instituciones que reproducen las ideas y allí viene la tensión entre el sujeto, los medios de producción y los llamados aparatos ideológicos del Estado. Por lo tanto, se puso en tela de juicio desde los años 70 el carácter ideológico de las transformaciones desde la sociedad hacia el Estado, que es de donde Lyotard (mencionado Villegas) y otros filósofos reconsideran la transformación de las relaciones de intercambio en la infraestructura y la producción de cambios superestructurales de las relaciones de poder.

Esta tensión en el pensamiento neo/marxista conduce a replantarse la historia desde una perspectiva de rupturas o continuidades epistemológicas, en las que las formas de producción y reproducción del excedente y del poder, del conocimiento, la ciencia y la tecnología, son sujetos intervinientes y, en distintas medidas, determinantes en su función histórica.

En ese contexto, el artículo en cuestión no logra establecer de manera concreta su posición respecto a la relación entre ciencia y tecnología. Así como está planteado, reduce el curso histórico, las relaciones de intercambio y las condiciones de posibilidad de rupturas y continuidades epistemológicas a una visión unilineal de la historia y las transformaciones sociales.

Más luego Villegas afirma algo en lo que coincido. La “confianza científica” ciertamente tiene a diseminar el discurso de “una respuesta para cada problema” aunque cualquier ejercicio empírico serio y metódico encontrará siempre más preguntas que respuestas. Este argumento, sin embargo, entra en contradicción con el sentido y manera en que se entiende y usa el término tecnología.

En un artículo anterior[i] afirmé que “[l]a tecnología intermedia cada vez más las relaciones humanas y se posiciona como un factor de cambio social y desarrollo desde el ámbito local hasta el contexto global. De hecho, la historia del ser humano está directamente relacionada con el desarrollo de herramientas, técnicas y tecnologías incidiendo en la transformación de su relación con la naturaleza y con los otros seres humanos”.

La acelerada generación de tecnología en las últimas décadas para la información, la comunicación, la industria, la productividad, los negocios, etc. no quiere decir que ciencia y tecnología sean “siamesas”. De hecho, la historia de la ciencia ubica sus orígenes mucho antes de los de la tecnología como la conocemos hoy.

Ciencia y tecnología, por tanto, son resultado de un proceso social. No son un fin ni tampoco una vía exclusiva. Son el resultado histórico de un proceso civilizatorio que no es ajeno a un orden ético, a la transformación de la relación del ser humano con la naturaleza, así como tampoco es extraño a las relaciones de intercambio ni generación/distribución del excedente. Es decir, ciencia y tecnología no pueden ser ideológicamente “neutras”.
Esta inconsistencia reafirma el carácter discursivo del texto al que hago alusión porque cae en una posición conocida desde la academia como “determinismo tecnológico”, cuya teoría ha sido formulada y desarrollada desde principios del siglo XX por economistas y sociólogos que provienen precisamente de países con acelerado desarrollo tecnológico.

Al igual que estas otras teorías deterministas, el determinismo tecnológico trata de explicar los fenómenos sociales e históricos en términos de un factor determinante sobre otros, lo que se convierte en un argumento reduccionista.
El artículo de Villegas, finalmente, ignora la crisis del capitalismo en tanto sistema hegemónico de acumulación de capital pero también de desigualdades, ignorando las rupturas y continuidades que son parte de su contradicción histórica. Busca atacar al proyecto político masista desde una reduccionista posición de “capitalismo o muerte” ignorando que éste ha demostrado en los hechos su adscripción justamente al desarrollismo industrial, al margen de uno que otro discurso adornado de progresismo y folclorismo, que no es más que una expresión del capitalismo global.

Apelar a la ironía retórica es un arte que se intenta pero no se ve reflejado consistentemente en el texto. Yuxtaponer de manera forzada y vacía una visión sobre la ideología, la ciencia y la tecnología para acusar a quienes conducen el mentado “al proceso” de apegarse a la ilegalidad, ser ignorantes y corruptos es un ejercicio intelectualmente deshonesto.


[i] Rivero (2011). “Por un país con tecnologías propias” en Aula Libre separata sabatina en Página Siete. La Paz, Bolivia, 7 de mayo de 2011.

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