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Medios bolivianos e internacionales (ver Reuters, El Mundo.es, or in English if you prefer) reportaron hoy sobre las acciones de 'protesta' convocada por organizaciones campesinas productoras de coca, y respalada por el funcionarios del gobierno boliviano, frente a la embajada 'gringa' (además de otras ciudades como Quito).
El motivador de la protesta está bien claro, los 'gringos' (incluyamos en esta ocasión a ingleses y suecos) se oponen a la despenalización de la coca, la cual está incluida en la
Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes (para salir de dudas, lean los artículos 1, 2, 6, 26, 27 y sobre todo el 49, imperdible!). Bolivia ya ha presentado varias veces el mismo argumento y el 31 de enero se debe votar por una nueva petición oficial. si algún Estado miembro se opone pues se debe llamar a una Conferencia (mecanismo siempre complejo y pocas veces efectivo).
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Lo que si cruza hacia mi campo de análisis y reflexión es la utilización de la coca como un instrumento de protesta que convoca, reúne, agrega, recompone relaciones de lealtad y sobre todo emite un mensaje político.
La corta visión de un medio digital poco recomendable que publica pseudo-artículo "Día del No Acullico" en el que reduce la capacidad simbólica e intersubjetiva de la coca como comunicador político sólo delata la imposibilidad de algunas mentes por comprender las lógicas de articulación de discurso político y formas colectivas de acción y persuasión.
Vengo llegando de Alemania donde presenté un argumento teórico-empírico en la Univerisdad de Hamburgo sobre la afirmación anterior (pueden ver todo el material aquí). Estoy seguro que quedan muchas correcciones por hacerse y observaciones empíricas, pero propongo observar y comprender que la coca no se reduce a un grupo de campesinos 'pijchando', tampoco se subyuga a la producción excedentaria destinada a la elaboración de cocaína, está presente en las formas de producción cotidiana (minas, agro, zafra, construcción, transporte, medicina alternativa, ritos, etc.) y en la estructura simbólico-cultural de miles de bolivianos que no necesariamente acullican regularmente.
No me sumo al slogan 'día del acullico', me parece reduccionista, amarillista y poco consecuente con las dimensiones culturales antes descritas. Me adscribo, eso sí, a reflexionar sobre los significados, lazos simbólicos y medios materiales a partir de los cuales se teje la cultura política de las mayorías en nuestro país.
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