6 de agosto de 2011

El voto intercultural


Artículo publicado en la separata del Aula Libre en Página Siete, el sábado 6 de agosto de 2011

En las semanas precedentes se repitieron las filas, las dificultades técnicas para algunas personas y claro las prórrogas en el registro ciudadano al padrón biométrico de cara a la primera elección por voto ciudadano de las autoridades judiciales.

La opinión pública, siempre coyuntural, se ha abocado a discutir y argumentar la pertinencia, legalidad e incluso alcance plebiscitario del proceso, contrastado esto con el intento de recomposición de la oposición a partir de la consigna “voto nulo”. Sin embargo, se ha discutido con menor intensidad sobre el carácter de fondo, la materialización de la democracia intercultural como el nuevo paradigma democrático de Bolivia en el ejercicio del voto mismo.

En ese orden y en la actual coyuntura, el Tribunal Supremo Electoral y el gobierno –dos “causes” que parecen tener “vertientes muy cercanas”– proponen ver a la democracia intercultural como la ingeniería política que sume democracia participativa, democracia representativa y democracia comunitaria, en una agregación que incluso podría expresarse en una fórmula matemática, y que pareciera ser la síntesis de la expresión cultural de las prácticas democráticas en el país.

Conviene, sin embargo, puntualizar aspectos que relativizan dicho abordaje cuasi matemático.

El voto en Bolivia es un derecho político pero también una obligación. Existen medidas restrictivas que conminan a todas y todos a registrarse y asistir a los recintos de votación cuando así corresponde lo que es en sí una contradicción entre libertad democrática y no-libertad. De ahí que es un autoengaño vanagloriarse por la “masiva” participación ciudadana en las urnas, lo que tampoco niega la particular vocación del pueblo boliviano por movilizarse y procurar participación en las decisiones políticas.

Los procesos de elección en Bolivia son un ejercicio burocrático–liberal, es decir, cumplen una serie de condiciones, requisitos y procedimientos de filiación individual a una decisión de orden político expresada en el voto universal, directo y secreto.

Las decisiones políticas en Bolivia además tienen otra práctica, la decisión colectiva en las comunidades “indígena-campesino-originarias”. El debate sobre el carácter patriarcal, de relativo o discutido “consenso” de estas prácticas es otro tema, lo que se debe subrayar es que ahora no sólo son reconocidas constitucionalmente sino que están en franca búsqueda de consolidar canales de institucionalización.

Estas condiciones y transformaciones en las “formas culturales” de expresión política, la práctica democrática y los derechos políticos no resultan per se en una agregación que se expresa en esa rimbombante democracia intercultural. Las tensiones y contradicciones del proceso, no exentas claro de una a veces vergonzosa manipulación discursiva, cobran más bien características de un proyecto de multiculturalismo político que debiera primero encontrar una convivencia para luego procurar coexistir, converger y complementarse.

El voto en el nuevo Estado Plurinacional, como acto ceremonial de “las democracias” arriba expuestas, no es ejercido aún en una expresión de participación directa e intercultural. Aparece más bien como un mecanismo de medición de fuerzas y reconfiguración de relaciones clientelares de poder que dista mucho de la reconstrucción democrática prometida. Ante tales contradicciones lo que menos importa es quien será elegido el 16 de octubre, ¿verdad?

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